El cambio dentro de una organización implica una transición, transformación o evolución que puede manifestarse en diferentes formas, como modificaciones en procesos, actitudes, estructuras o entornos, que a la vez afectan al lugar donde viven y trabajan las personas y por lo tanto afectan a su comportamiento. La actitud frente al cambio de nuestros colaboradores es clave para que esa transformación se realice de manera óptima.

Definición de actitud:

La actitud se refiere a la disposición mental o emocional con la pue una persona aborda o responde a situaciones, personas, ideas, eventos o cambios.

La actitud frente al cambio puede manifestarse de diversas maneras, como positiva, negativa, neutral, entusiasta, desinteresada, entre otras. Es una parte integral de la personalidad y puede influir en como una persona percibe y responde al mundo que la rodea y a los cambios que enfrenta. La actitud no solo se refleja en el pensamiento interno, sino también en las acciones y expresiones externas de una persona y puede ser moldeada por experiencias previas, valores, cultura y factores sociales.

Las actitudes se componen de tres partes:

Las acciones humanas se fundamentan principalmente en percepciones subjetivas en lugar de hechos objetivos y se componen de las siguientes partes:

Emocionales: sentimientos
Cognoscitivas: opiniones y creencias
Conductuales: comportamiento

Actitud reactiva y proactiva al enfrentar cambios:

En base a nuestros sentimientos, creencias y opiniones, elegimos la forma en la que reaccionamos frente a los cambios, estas reacciones forman parte de nuestra inteligencia emocional y se clasifican en reactivas o proactivas.

The actitud reactiva frente al cambio implica resistencia inicial y adaptación tardía, con una respuesta negativa o pasiva ante las modificaciones en el entorno o circunstancias, genera estrés y pérdida de oportunidades, obstaculizando la adaptación y el progreso organizacional. Una persona con actitud reactiva busca culpables, se lamenta, no opina, se paraliza, procrastina, hace sólo lo que se le pide y con flojera y busca seguir haciendo las cosas “como siempre se han hecho”.

Por otro lado, una actitud proactiva implica anticipación, iniciativa, participación activa y disposición a adaptarse, buscando oportunidades y liderando la transformación con una mentalidad positiva y constructiva. Un colaborador con actitud proactiva da la milla extra con pasión, busca soluciones alternativas sin que nadie se lo pida, aprende por si mismo, busca la excelencia, le entusiasman los cambios y los ve como un reto que le genera curiosidad.

No siempre nos es fácil reaccionar al cambio de la forma como quisiéramos, a Jennifer Jones le tomó 10 años llevar a cabo su investigación sobre la adaptabilidad. Te recomendamos su plática: Cómo la adaptabilidad le ayudará a afrontar el cambio.

Conclusion:

El cambio es un fenómeno constante en la vida que a menudo conlleva desafíos y oportunidades, su naturaleza dinámica impulsa el desarrollo y la evolución en diversos aspectos. Cambiar la cultura empresarial emerge como la única solución efectiva para transformar organizaciones.

Al reflexionar y elegir una actitud proactiva frente al cambio, modelamos la realidad en que vivimos y podremos así trabajar en la construcción de un futuro más flexible, positivo y exitoso, no sólo para nosotros mismos, sino para nuestros compañeros.
Para lograr que un colaborador adopte un cambio con una actitud proactiva, es crucial que lo apoyemos comunicándole el motivo del cambio y asegurarnos que lo comprenda, esto generará que la persona adquiera sólidas razones para abrazar el cambio y una visión clara del objetivo, que conozca el proceso y que reciba un acompañamiento adecuado de parte del líder encargado de gestionar el cambio correspondiente.

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